Este capítulo del libro nos pone en contexto a lo que Miguel Ruiz nos quiere comunicar en este libro dándonos a conocer que los toltecas eran conocidos en todo el sur de México como mujeres y hombres de conocimiento; fueron científicos y artistas que crearon una sociedad
para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados.
"Un tolteca es un artista del amor,
un artista del espíritu,
alguien que, en cada momento,
en cada segundo, crea el más bello arte:
el arte de soñar.
La vida no es más que un sueño,
y si somos artistas,
crearemos nuestra vida con amor
y nuestro sueño se convertirá
en una obra maestra de arte."
En nosotros está en ese caso tomar la elección de ser maestros. Somos maestros porque tenemos el poder de crear y
de dirigir nuestra propia vida. y en ese proceso creamos nuestra propia mitología, la cual esté poblada de héroes y villanos, ángeles y demonios, reyes y plebeyos adquiriendo así el dominio sobre la imagen que vamos a
utilizar en determinadas circunstancias. Nos convertimos en artistas del fingimiento y
de la proyección de nuestra imagen y en maestros de cualquier cosa que creemos ser.
Cuando conocemos a otras personas las clasificamos de inmediato según lo que
nosotros creemos que son. Y actuamos del mismo modo con todas las personas y
cosas que nos rodean.
Cuando un niño tiene un problema con alguien, y se enfada,
el enfado hace que el problema desaparezca. Entonces, vuelve a ocurrir, y vuelve a reaccionar con enfado porque si se enfada, el problema desaparecerá y practica hasta
llegar a convertirse en un maestro del enfado, esto ocurre de igual manera con los celos, tristeza, auto-rechazo y cualquier emoción o sentimiento que nos enajene de la circunstancia que estamos atravesando.
Toda nuestra desdicha
y nuestro sufrimiento tienen su origen en la práctica. Establecemos un acuerdo con
nosotros mismos y lo practicamos hasta que llega a convertirse en una maestría
completa, convirtiéndose en algo tan rutinario que dejamos de prestar atención a lo que
hacemos, lo automatizamos.
Debemos ser conscientes que la mente
humana padece una enfermedad que se llama miedo, y esto ocurre porque nuestro cuerpo emocional está lleno de
heridas, de heridas infectadas por el veneno emocional. Los seres humanos vivimos con el miedo continuo a ser heridos y esto da origen a
grandes conflictos dondequiera que vayamos.
La enfermedad del miedo se
manifiesta a través del enfado, del odio, de la tristeza, de la envidia y de la hipocresía, y
el resultado de esta enfermedad son todas las emociones que provocan el sufrimiento
del ser humano y cuando es extremo aparecen esas enfermedades mentales, aparecen cuando la mente racional
está tan asustada y las heridas duelen tanto, que es preferible romper el contacto con el
mundo exterior.
Debido al miedo que los seres humanos tenemos a ser heridos y a fin de proteger
nuestras heridas emocionales, creamos algo muy sofisticado en nuestra mente: un gran
sistema de negación. En ese sistema de negación nos convertimos en unos perfectos
mentirosos. Mentimos tan bien, que nos mentimos a nosotros mismos e incluso nos
creemos nuestras propias mentiras.
El sistema de negación nos permite aparentar que toda la gente se
cree lo que queremos que crean de nosotros. Y aunque colocamos estas barreras para
protegernos y mantener alejada a la gente, también nos mantienen encerrados y
restringen nuestra libertad. y esto lo aprendemos, porque una vez captada la atención de los niños, les enseñamos un lenguaje, les
enseñamos a leer, a comportarse y a soñar de un modo determinado. Domesticamos a
los seres humanos de la misma manera que domesticamos a un perro o a cualquier otro
animal: con castigos y premios.
Esto es perfectamente normal. Lo que llamamos
educación no es otra cosa que la domesticación del ser humano.
Al principio tenemos miedo de que nos castiguen, pero más tarde también
tenemos miedo de no recibir la recompensa, de no ser lo bastante buenos para mamá o
papá o un hermano o un profesor. De este modo es como nace la necesidad de ser
aceptado. El miedo a no conseguir la recompensa se convierte en el miedo a ser rechazado.
Y el miedo a no ser lo bastante buenos para otra persona es lo que hace que
intentemos cambiar, lo que nos hace crear una imagen. Imagen que intentamos
proyectar según lo que quieren que seamos, sólo para ser aceptados, sólo para recibir el
premio.
Pero para convertirnos en maestros del amor tenemos que practicar el amor. El arte de las relaciones también es una maestría completa y el único modo de alcanzarla es mediante la práctica y la acción, no hay otra manera. Somos en realidad puro amor; somos Vida. Y lo que
somos en realidad no tiene nada que ver con el sueño, pero el acuerdo social al que llamamos realidad nos impide verlo.
Cuando contemplas el sueño desde esta perspectiva, y cobras conciencia de lo que eres,
comprendes cuán absurdo resulta el comportamiento de los seres humanos, y
entonces, se convierte en algo divertido. Lo que para todos los demás parece un gran
drama para ti es una comedia. Ves de qué modo los seres humanos sufren por algo que
carece de importancia, algo que ni siquiera es real. Pero no tenemos otra opción.
Nacemos en esta sociedad, crecemos en esta sociedad y aprendemos a ser como todos
los demás, actuando y compitiendo continuamente de un modo absurdo.
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